martes, 13 de noviembre de 2012

REPRODUCCIÓN

LA REPRODUCCIÓN Y LOS ÓRGANOS DE LA REPRODUCCIÓN Reproducirse significa tener hijos o hijas; es decir, formar otros seres con las mismas características de nuestra especie. ¿Qué ocurriría sin la reproducción? El ser humano desaparecería. La existencia de nuestra especie es posible porque somos capaces de tener descendencia, de reproducirnos. En la reproducción del ser humano tiene que producirse la unión de dos células especiales, una del hombre y otra de la mujer. Para que esto pueda ocurrir son necesarios los órganos de la reproducción. El aparato reproductor del hombre y el aparato reproductor de la mujer están situados en la zona baja del abdomen. EL APARATO REPRODUCTOR FEMENINO El aparato reproductor de la mujer está formado por los órganos genitales externos y los órganos genitales internos. Los órganos genitales internos están dentro del cuerpo y son: los ovarios, las trompas de Falopio, el útero y la vagina. • Los ovarios. En el cuerpo de la mujer hay dos ovarios. Tienen forma de almendra y son de color gris blanquecino. En los ovarios “viven” las células sexuales femeninas u óvulos, que están allí desde el nacimiento, como “dormidos” hasta que llega la pubertad. A partir de ese momento, cada mes madura un óvulo y sale del ovario. • Las trompas de Falopio. Son dos trompas, como dos tubos huecos, y ¡su forma recuerda a la de una trompeta! El extremo más ancho rodea uno de los ovarios, y el otro se une al útero, de forma que las trompas comunican los ovarios con el útero. Su función es recoger el óvulo cuando éste sale del ovario y llevarlo hacia el útero. • ¡El útero fue tu primera casa! Antes de nacer, todos hemos pasado alrededor de nueve meses en su interior. ¡Allí nos hemos formado y hemos crecido preparándonos para nacer! El útero es un órgano hueco que es capaz de aumentar de tamaño según va creciendo el bebé que se está formando en su interior. Imagina una pera plana colocada al revés. En el útero se diferencian dos zonas: arriba, el cuerpo, y abajo, el cuello. La mayor parte de sus paredes están formadas por músculo. • La vagina es un conducto hueco y aplanado que comunica el útero con el exterior del cuerpo, con los genitales externos. Los genitales externos o vulva. Es la parte exterior del aparato reproductor de la mujer, donde se encuentran el orificio de entrada de la vagina, el orificio de salida de la orina y el clítoris. Estos orificios están rodeados por unos pliegues de piel que parecen labios, los labios menores. A su vez, esta zona está cubierta por otros pliegues de piel más grandes, los labios mayores. EL APARATO REPRODUCTOR MASCULINO En el aparato reproductor masculino se diferencian varias partes que están comunicadas entre sí: los testículos, el epidídimo, los conductos deferentes, las vesículas seminales, la próstata, la uretra y el pene. • Los testículos tienen forma redondeada y están situados en la parte externa del abdomen. En su interior hay cientos de tubos muy pequeños o túbulos. A partir de la pubertad, dentro de estos túbulos, se forman las células sexuales masculinas o espermatozoides. Los testículos cuelgan por debajo del pene, dentro de una bolsa de piel que se llama escroto. • El epidídimo es un tubo que está enrollado encima de cada uno de los testículos, donde se almacenan los espermatozoides que proceden de los testículos. • Los conductos deferentes son dos tubos que unen el epidídimo con la uretra. A través de estos conductos los espermatozoides llegan desde el epidídimo hasta al pene. • Las vesículas seminales se comunican con los conductos deferentes. Tienen forma de saco y están encima de la próstata. Producen un líquido que protege y nutre a los espermatozoides. • La próstata es una glándula que también produce un fluido para proteger a los espermatozoides. Su forma se compara con la de una castaña. La próstata está situada debajo de la vejiga de la orina. • La uretra es un pequeño tubo. Sale de la vejiga, atraviesa la próstata y recorre todo el pene. Por la uretra salen los espermatozoides y los líquidos producidos por la próstata y las vesículas seminales. La uretra también forma parte del aparato excretor y, por esta razón, por ella se expulsa también la orina. • El pene es un órgano alargado que está encima de los testículos. Por su interior atraviesa la uretra. Está formado por unas estructuras parecidas a esponjas, que son capaces de llenarse de sangre. Cuando esto ocurre, el pene aumenta de tamaño y se pone rígido; es lo que se llama erección. El extremo del pene es más ancho y se conoce como glande; esta parte está recubierta por el prepucio, que es como un capuchón de piel. EL APARATO REPRODUCTOR MADURA Entre los diez y los catorce años, en las niñas, y entre los once y los dieciséis años, en los niños, empieza el proceso de crecimiento y maduración del aparato reproductor, lo que significa que se comienza su capacidad de reproducción. ESTRUCTURA DE LAS GÓNADAS HUMANAS En los hombres, a partir de la pubertad, se forman células sexuales masculinas o espermatozoides en los pequeños túbulos que hay en los testículos. Los espermatozoides se almacenan y maduran en el epidídimo. Del epidídimo pasan a los conductos deferentes y llegan al pene. En las mujeres, las células sexuales femeninas u óvulos están en los ovarios. A partir de la pubertad, una vez al mes madura un óvulo. Este óvulo sale del ovario y comienza su viaje por la trompa de Falopio hacia el útero. ¿QUÉ SIGNIFICA REPRODUCIRSE? Tal vez te parezcas a tus padres, o quizá no; pero tu cuerpo tiene las mismas partes y los mismos órganos que ellos. Además, tu corazón se parece al corazón del resto de las personas. Tú perteneces a la especie humana. Reproducirse significa engendrar y formar otros seres con las mismas características de una determinada especie; en el caso de los hombres y las mujeres, otros seres humanos. Nosotros somos capaces de tener descendencia; es decir, podemos reproducirnos. LAS CÉLULAS SEXUALES Cada uno de nosotros es el resultado de la unión de dos células un poco especiales, las llamadas células sexuales o gametos. Una procede del hombre; la otra, de la mujer. Para formar un nuevo ser, estas células tienen que encontrarse y unirse dentro del cuerpo de la mujer. De su unión nacen los millones de células que forman nuestros cuerpos. Las células sexuales se encuentran en el interior de los órganos del aparato reproductor. Las del hombre y las de la mujer son diferentes. La célula sexual del hombre se llama espermatozoide; la de la mujer es el óvulo. • Los espermatozoides son las células sexuales masculinas y se forman dentro de los testículos. Tienen dos partes: una cabeza y una cola, que les permite moverse, y son más pequeños que las células sexuales de la mujer. • Los óvulos son las células sexuales femeninas. Están en los ovarios y su forma es redondeada. ¿Sabías que en cada ovario hay, al nacer, alrededor de 400.000 óvulos? Estos permanecen como dormidos hasta que llega la pubertad, y, con el tiempo, esta cantidad va disminuyendo. Para poder entender cómo se produce la unión del óvulo y el espermatozoide, es necesario que sepas cómo funciona cada aparato reproductor, el masculino y el femenino. ¿CÓMO FUNCIONA EL APARATO REPRODUCTOR DEL HOMBRE? A partir de la pubertad, los espermatozoides empiezan a madurar. Para poder unirse a los óvulos de la mujer, es necesario que salgan del cuerpo del hombre. Lo hacen a través del pene, junto con los líquidos de la próstata y de la vesícula seminal. Esta sustancia que se expulsa a través del pene se llama semen, y su salida al exterior recibe el nombre de eyaculación. ¿CÓMO FUNCIONA EL APARATO REPRODUCTOR DE LA MUJER? En la mujer, a partir de la pubertad, se produce la maduración de un óvulo cada mes, y este óvulo ya maduro sale del ovario. Esto es lo que se conoce por ciclo ovárico. Además, también mensualmente, se producen cambios en el útero, por el llamado ciclo menstrual. Estos cambios en el útero y en el ovario reciben el nombre de ‘ciclos’ porque se repiten todos los meses, y duran, aproximadamente, 28 días. Como hemos dicho, cada mes, un óvulo madura en el ovario. Durante este tiempo de maduración, las paredes del útero aumentan de grosor, preparándose para recibir el óvulo en caso de que sea fecundado. Hacia la mitad del ciclo, el día 14, el óvulo sale del ovario y es recogido por la trompa. Después, el óvulo recorre la trompa y llega al útero. Si en su recorrido por la trompa el óvulo no se une a un espermatozoide, es decir, si no es fecundado, el útero elimina el recubrimiento que había creado en sus paredes, desprendiéndolo. Posteriormente, lo expulsará, junto con el óvulo, en forma de un pequeño sangrado, a través de la vagina. Este pequeño sangrado es la menstruación, que también se conoce con los nombres de regla y periodo, y suele durar de tres a cinco días. LA FECUNDACIÓN ¿Cuántas veces te has preguntado cómo se forma un bebé? Para que el ser humano pueda reproducirse, es necesario que se produzca la fecundación.La fecundación es la unión de dos células sexuales, una del hombre y otra de la mujer; es decir, de un óvulo y un espermatozoide. La unión de estas células da origen a otra nueva, llamada huevo o cigoto. A partir del cigoto, se crean millones de células nuevas, y durante unos nueve meses se formará, poco a poco, el cuerpo del futuro bebé. Pero ¿cómo se produce esta unión? Para que las dos células sexuales puedan encontrarse, el hombre tiene que introducir sus espermatozoides en el cuerpo de la mujer. Como hemos dicho antes, los espermatozoides “nadan” en el semen, por lo que el hombre tendrá que depositar este semen en la vagina de la mujer. ¡Imagina muchos espermatozoides que van a encontrarse con un óvulo! Los espermatozoides comienzan la carrera en el interior del cuerpo de la mujer. No todos alcanzarán la meta, algunos se quedarán por el camino, y aunque varios de ellos consigan encontrarse con el óvulo, solo uno lo fecundará. En su camino, los espermatozoides, que son capaces de moverse, empiezan a ascender desde la vagina en busca del óvulo. Llegan a una gran sala, el útero, y después entran por un túnel, las trompas. Por otro lado, uno de los ovarios expulsa el óvulo, que es recogido por una de las trompas. Aunque el óvulo no puede moverse, los movimientos de la trompa hacen que éste descienda por ella. Así, el óvulo y los espermatozoides han llegado al mismo lugar, a las trompas. ¡Por fin se encuentran! Los espermatozoides rodean el óvulo, pero solo uno penetra en su interior. El óvulo, de este modo, se une al espermatozoide. ¡Se ha producido la fecundación! Como hemos dicho, de esta unión nace el cigoto, que inmediatamente empieza a multiplicarse y desciende hasta el útero. Allí se fijará a sus paredes para desarrollarse. Comienza así el embarazo, y durante los nueve meses siguientes se formará un nuevo ser. ¿POR QUÉ SOY UN NIÑO O SOY UNA NIÑA? Las células sexuales pueden ser de dos tipos: X o Y. Los óvulos siempre son X; los espermatozoides pueden ser X o Y. Si el espermatozoide que se une con el óvulo es X, la nueva célula será XX. Esto significa que el nuevo bebé será una niña. Si por el contrario el espermatozoide es Y, la nueva célula será XY. Esto significa que el nuevo bebé será un niño. APARATO REPRODUCTOR La reproducción se produce por la unión de un espermatozoide masculino y un óvulo femenino. Durante el coito el hombre eyacula a través del pene más de 250 millones de espermatozoides en la vagina de la mujer. Desde allí, algunos alcanzan el útero y las trompas de Falopio, donde se produce la fecundación. La ovulación o liberación de un óvulo hacia la cavidad uterina se produce aproximadamente cada 28 días. Durante el mismo periodo el útero se prepara, gracias a la acción de los estrógenos, para la implantación del óvulo fecundado. Si la fecundación no se produce, otras hormonas provocan la eliminación de parte de la mucosa del útero durante la menstruación. Desde la pubertad hasta la menopausia, el proceso de la ovulación, de la preparación y de la menstruación se repite cada mes excepto durante los periodos de embarazo. La duración del embarazo es de unos 280 días. Después del parto, la prolactina, una hormona segregada por la hipófisis, activa la producción de leche.

martes, 28 de agosto de 2012

miércoles, 6 de junio de 2012

El Cuervo

EL CUERVO

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”


¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.


Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”


Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.


Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.


Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!


De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.


Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”


Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”


Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”


Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: “Nunca más.”


En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!


Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!


Edgar Allan Poe
(Boston, 1809 - Baltimore, 1849)
Los alumnos de séptimo grado están trabajando sobre los derechos de la mujer, creando una presentación prezi....